Cuando te compras un ordenador y viene con Windows, lo normal es no cuestionarse cuánto de lo que has pagado por el equipo cubre el sistema operativo. Al fin y al cabo, la mayoría de los usuarios vamos a usar Windows, así que este es un aro por los que muchos vamos a pasar. En los 90, eso sí, un grupo de usuarios se opuso radicalmente a esta práctica, y es que no iban a usar el SO de Microsoft. Varios devotos de Linux plantaron cara a los de Redmond.
Cuando los usuarios de Linux cargaron conta Microsoft
La práctica de atar una copia de Windows a los equipos informáticos no es nueva, ni mucho menos, de hecho, en los 90 estaba todavía más extendida, pues afectaba a prácticamente todos los ordenadores. De nuevo, la gran mayoría de los usuarios no solo no se quejaban, sino que estaban contentos con no tener que buscarse las castañas para tener Windows. Los fans de Linux no, y por ello decidieron acudir a la raíz del problema: Microsoft.
Todo empieza con el Acuerdo de Licencia de Usuario Final, o EULA, de compañías como IBM o HP. En este, se decía que los usuarios que no aceptasen las condiciones de uso de Windows podían devolver su copia para conseguir un reembolso. Lamentablemente, había un área gris ahí, y es que, al no ser las fabricantes de PC las que crearon el SO, decían a los usuarios que querían renunciar a su copia que debían hablar con Microsoft. Al parecer, una sola persona consiguió una devolución en 1997, y dejó en evidencia que los de Redmond no habían indicado a los ensambladores de PC que eran ellos los que debían encargarse del EULA y sus consecuencias, pues el proceso fue tortuoso y con señales de que no había habido entrenamiento previo.
Con este en mente, y tras montones de negativas, el 15 de febrero de 1999 se organizó una manifestación de usuarios de Linux en las oficinas de Microsoft de Foster City. Con carteles y consignas, estos tenían un objetivo claro: que Microsoft les devolviera el dinero que pagaron por un sistema operativo que no querían usar, un derecho plasmado explícitamente en el acuerdo que planteaba la empresa.
Lejos de coger esto desprevenida a la multinacional, Microsoft ya tenía constancia de que se iba a celebrar esta concentración, y hasta puso un cartel dando la bienvenida a los, para nada amigables, manifestantes. Por otro lado, un representante de la multinacional estaba ahí para hablar con la prensa. Este afirmó que todo se trataba de un movimiento publicitario por parte de fanáticos del sistema operativo de código abierto. Por otro lado, también aprovechó para recordar que la responsabilidad de hacer cumplir el EULA era de los OEM, las compañías fabricantes de ordenadores, y no de ellos. Por último, la gigante recordó que existían algunas (pocas) empresas que comercializaban sus PC sin sistema operativo o, incluso, con Linux presinstalado.
Si bien es verdad que esta concentración tenía todas las cartas para ser pacífica, algunos manifestantes decidieron tomarse la justicia por su mano e intentaron infiltrarse en las propias oficinas de la empresa, situadas en la novena planta del complejo de oficinas. Para su desgracia, la marca se había adelantado y había desactivado los ascensores que llevaban a ese piso, además de cerrar todos los accesos por escalera desde las plantas 8 y 10, como bien contó Marc Merlins, uno de los asistentes al acto.
Lamentablemente para los usuarios de Linux, todo este esfuerzo cayó en saco roto. Sí, su concentración salió en las noticias de todo el país, y a día de hoy se sigue hablando de ella, pero Microsoft no concedió ni una sola devolución. Tras no poder infiltrarse en sus oficinas ni presionar lo suficiente a la firma, todo el mundo se fue a casa sin haber conseguido derrumbar el monopolio de la firma.
Foto principal de Marc Merlins
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