¿Recuerdas qué estabas haciendo anoche a las 1:50 de la mañana? Probablemente, dormir. Yo, en cambio, tomé la terrible decisión de probar Vampire Survivors, el último grito en Steam: un juego que todos mis amigos estaban jugando y estaba disponible por 2,39 cochinos euros. El resultado de ese experimento es que escribo estas líneas con un café a mi lado porque me faltan dos buenas horas de sueño.
Antes de explicarte por qué diantre engancha tanto, permíteme ilustrar un poco cómo está el panorama con Vampire Survivors. La plataforma de Valve lista la friolera de 31.861 reseñas de usuario en estos momentos, el 99% (!) de las cuales son positivas. Esa media es superior a la de otros éxitos como Among Us, Valheim o —en una comparación más equivalente— Cookie Clicker. Se trata del décimo séptimo juego más jugado de Steam, justo por debajo del colosal looter Destiny 2. En Google Trends, la curva de interés del juego ha pasado de cero a cien en un lapso de tiempo cómico.
Su único desarrollador responde al seudónimo "poncle" (así, en minúsculas) y tiene menos de dos mil seguidores en Twitter. Pero auguro que si se organiza bien, terminará sumando más de un cero a esa cifra porque su juego tiene justo el tipo de éxito efímero que ha catapultado a estudios de su misma condición al estrellato. Personalmente, me alegra de que sea así, no solo porque el juego es bueno sino porque también es un tirón de orejas para los grandes editores de la industria: no necesito 500 horas de contenido ni mapas expansivos, sino un juego tan divertido que me sienta naturalmente inclinado a repetir un bucle de 10 minutos cientos de veces.
Ese es el funcionamiento de Vampire Survivors, un adefesio —con entornos más pobres que los de Factorio, complementados por sprites pobremente animados para definir a los personajes— tan divertido que hace que el tiempo pase volando. Interpretamos a uno de varios cazadores de vampiros a elegir, del palo de los vistos en el clan Belmont de Castlevania, cada uno de los cuales esgrime un poder único que escala a medida que sube de nivel y va equipado con un arma genérica perfilando su fantasía. La maga empieza con una varita mágica, por ejemplo, aunque si te las apañas terminarás con todo un arsenal de ellas (más hachas, frascos de agua bendita e incluso biblias) atadas al cinturón.
Lo primero que uno nota cuando empieza la partida es que el movimiento se controla manualmente con WASD, pero la activación de las armas es automática. O sea, que atacas cada cierto tiempo al margen de que te interese o no. Y luego, ese arma entra en enfriamiento. Como en Risk of Rain 2, Loop Hero o cualquier otro roguelike que se precie (este es más bien un roguelite) la clave es conseguir varias piezas de equipamiento conforme juegas, haciendo malabares con sus efectos y tiempos de uso para diezmar la interminable horda de criaturas del mal se cierne sobre ti.
Ahí es donde entra en juego el otro factor de diversión, que es el posicionamiento. Como tú no controlas las armas, solo puedes colocarte de tal forma que cuando se activen, sus efectos sean lo más destructivos posible. Los enemigos atacan sin cesar en todas las direcciones, y algunos como las plantas, las bandadas de murciélagos o los esqueletos tienen formaciones realmente desafiantes de esquivar. Todos ellos se mueven con lentitud y tú tienes todo un campo abierto para salir por patas, pero no te conviene hacerlo: los enemigos están dejando caer recompensas todo el rato.
Las más comunes e importantes son las gemas de experiencia, que te permiten subir de nivel (y conseguir nuevo equipamiento de tu elección al hacerlo) pero según las circunstancias, también hay monedas con las que comprar nuevos héroes, o consumibles con efectos variados. En resumidas cuentas, debes estar cerca de los monstruos para matarlos y conseguir recompensa para estar a la altura del reto creciente. La fórmula es simple, tanto que no existe nada remotamente parecido a un tutorial: presionas teclas direccionales y lees lo que hace cada cosa, fin.
Vampire Survivors tiene el tipo de simpleza bonita, apreciable, adictiva; gusta porque es divertido y no por haber entrado por los ojos. No creo que la moda dure mucho porque es justo eso, una moda pasajera; pero desde luego que en el proceso me va a hacer volver más de una y de dos veces.