Unos días atrás, llevaron al catálogo de Netflix España la película "Monster Hunter" (2020) de Paul W. S. Anderson. Soy fan del juego original de Capcom —como prácticamente todo el mundo— así que en su momento tuve un total de cero ganas de verla: no es solo que en aquel momento la relación entre cine y videojuegos fuese mucho peor que ahora, sino que el planteamiento entero del metraje olía mal. Cuando llegaron las críticas, el compañero Martín Amechazurra de 3DJuegos tuvo claro que era "una adaptación magnamala".
Fatal, vamos. Pero debo admitir que incluso en esa inevitable marea de pesimismo que rodeaba la cinta, sentía curiosidad por algo tan simple e inocente como es la idea de ver a los monstruos que tanto me gustan representados mediante CGI en la gran pantalla. Eso no me lo quería perder por nada del mundo, especialmente después de que el tráiler tuviese a criaturas como Diablos o Apceros haciendo sus cosas de fondo. Como no tenía nada que perder, le di al play; y 90 minutos más tarde, salí —para la sorpresa de absolutamente nadie— decepcionado, desanimado, triste y destrozado.
Pero los monstruos me gustaron. Y eso me ha creado la necesidad imperiosa de consumir un tipo específico de Monster Hunter que ahora mismo está algo desfasado: el de sobremesa.
En la película, los Diablos, Rathalos e incluso el Palico (Felyne) de la cantina de MHW se ven y suenan totalmente fieles al material original, con gritos e incluso animaciones extraídas de los juegos. Son expresivos, imponentes, y se ha respetado alguna que otra mecánica: el camarada gatuno hace las veces de cocinero, la Diablos detecta la actividad de la superficie y Rathalos es algo más vulnerable mientras carga sus temibles bolas de fuego. Estuvo bien ver esa clase de cosas, aunque luego todas las decisiones hollywoodienses sentasen como una patada en el estómago.
Este artículo no es un análisis porque a estas alturas ya puedes encontrar fácilmente reseñas completas en internet. Quiero decir, al final del día hablamos de solo una hora y media de contenido que viene incluido en tu suscripción y ya sabes de sobra a qué atenerte. Más bien, aquí el tema va de cómo esos monstruos que lucen tan bien me han devuelto nuevamente la necesidad de volver al Nuevo Mundo. Parece que no, pero Monster Hunter: World tiene ya la friolera de cinco años de edad; salió a la venta en febrero de 2018 (tuvimos que esperar hasta agosto para jugarlo en PC).
Aquel fue desarrollado en el ahora jubilado MT Framework, que es un motor de PS3 y X360; y desde entonces el único otro Monster Hunter que hemos visto con el más actualizado RE Engine fue MH Rise, pero aquel fue nativo de Nintendo Switch y por ende no tuvo la ocasión de lucir tan vistoso. Pero no es una cuestión de solo gráficos, ojo; va más sobre tener entre manos otra entrega troncal de sobremesa tan potente como la anterior, y ver de qué es capaz Capcom con la nueva generación de consolas y tarjetas gráficas. Ahora mismo existe en el mercado un hambre por MH de sobremesa pendiente de resolver, y probablemente el próximo juego que ayude a rellenar ese hueco provenga de otra IP distinta: Dragon's Dogma II.
Eso está bien. Adoro Dragon's Dogma, es uno de mis RPG favoritos de todos los tiempos y te recomiendo encarecidamente que juegues al primero si no lo has hecho aún. Pero Monster Hunter es un producto muy distinto, con un público 100% propio, y los meses que restan hasta el anuncio de la próxima entrega se van a hacer eternos. No hemos tenido un buen timing en ese sentido, y toca cruzar los dedos para que los de PC no tengamos que esperar más tiempo de la cuenta para hacernos con él. De momento, tenemos que conformarnos con la planificación de Capcom que se filtró hace un año.
Volviendo a ese listado, Monster Hunter 6 debería llegar a mediados de 2023, cosa que claramente no va a pasar porque si fuera el caso ya estaría anunciado. Mientras tanto, tenemos las actualizaciones de MH Rise (que están muy bien) y la película (que no lo está), pero la franquicia se ha vuelto ya demasiado grande como para vivir solo de ports y spin-offs. Capcom tiene entre manos algo que debe sentirse grandilocuente, sin caer en aquellas escenas excesivamente cinemáticas, como las puñeteras secuencias de acompañar carromatos. Veremos a ver cómo se desenvuelve.