Tarjetas de Sonido en 2021 ¿Una buena opción para jugar o un gasto innecesario?

Vamos a hacer una pregunta. Supongamos que tenemos que montar un equipo para jugar desde cero, olvidaos del presupuesto o los posibles problemas de disponibilidad. ¿En qué piezas habéis pensado primero?

Siendo un equipo para jugar, es probable que hayamos comenzado pensando en la GPU, incluso en nuestro procesador, para discernir sobre qué plataforma se montaría este equipo hipotético. Memorias, almacenamiento, alimentación, refrigeración, seguramente ocuparían un espacio pasajero en nuestra mente, pero se tendría en cuenta. Pero, ¿hemos pensado en el sonido?

Si no fuera por el título de este texto, es bastante probable que este experimento mental hubiera acabado sin un momento para pensar en las tarjetas de sonido, algo que no podemos recriminar a nadie, ya que, actualmente, la labor de estos dispositivos suele desempeñarse desde nuestra placa base sin mayores problemas. Sin embargo, fuera del sector profesional, en el que estos dispositivos tienen una gran importancia, podemos seguir encontrando una importante selección de tarjetas de sonido de todo tipo y para todos los bolsillos.

Esto es porque las tarjetas de sonido, aún a pesar de lo que pudiera parecer, siguen teniendo cierta importancia para muchos jugadores (o usuarios de PC en general) que ven en ella un elemento distintivo para sus equipos. En este texto queremos hablar sobre este elemento distintivo, sobre cómo una tarjeta de sonido puede cambiar el modo en el que escuchamos nuestros juegos, y si este cambio merece verdaderamente la pena.

Las tarjetas de sonido: un poco de contexto

Técnicamente hablando, una tarjeta de sonido no es más que un conversor digital-analógico (DAC) diseñado para usarse con nuestros equipos, al que se le han ido acumulando características adicionales desde un momento temprano de su concepción. Su nombre proviene del factor de forma que tenían en su origen: una tarjeta de expansión para las computadoras personales de finales de los 80.

Como con tantos otros componentes que fueron bautizados durante esa época, su nombre se ha desvirtuado enormemente, pudiendo encontrar tarjetas de sonido externas (y por tanto no son tarjetas de expansión al uso) o con muchas más funciones que la de convertir la señal del audio de nuestro equipo. Por ejemplo, durante la mencionada década de los 80 era habitual que nuestras tarjetas de sonido incluyeran elementos tan usados como puertos de juego y otros añadidos. Una buena tarjeta de sonido cambiaba radicalmente cómo jugábamos a un videojuego.

Actualmente, lo más habitual es encontrarlas integradas en nuestra placa base, un fenómeno que comenzó con el proceso de integración de funciones en este componente, y que ha quedado vigente hasta nuestros días. Hoy por hoy, prácticamente todas las placas base integran una solución de sonido con una calidad admisible, incluso algunas de ellas tienen soluciones de altas prestaciones que dejan atrás a muchas opciones asequibles.

¿Para qué las necesitamos ahora?

Puede que una tarjeta de sonido sea, ante todo, un DAC para nuestro equipo, y que la integración de estas piezas en nuestra placa base haya hecho que la necesidad de estos dispositivos desaparezca, pero eso no significa que debamos ignorarlos directamente, o descartarlos de nuestro imaginario a la hora de elaborar nuestro ordenador.

En placas de gama baja o en equipos cercanos a la década es habitual encontrar DAC de baja calidad que pueden hacer que el sonido de nuestro equipo sea poco placentero. Es más, en casos de abaratamiento muy extremo, podemos encontrarnos con la aparición de ruido eléctrico en el audio de nuestro PC.

En ambos casos, incluso una tarjeta de sonido barata, como pudiera ser la Asus Xonar SE Gaming, una de las internas para jugar más asequibles del mercado, seguramente suponga un salto de calidad importante no sólo mientras jugamos, sino en cualquier uso que involucre el sonido.

También podemos requerir de la asistencia de estos dispositivos para ciertas configuraciones de audio. La mayoría de las soluciones integradas en placa cuentan con salida para monitores en configuración 2.0, así como entrada para micrófono y entrada auxiliar, pero fuera de estos tres habituales que contemos con más opciones depende de cada placa base. Del mismo modo, si contamos con equipamiento especializado, es casi seguro que necesitemos equipo especial para correr ese equipamiento con todas sus bondades.

Dos buenos ejemplos de esto podrían ser los micrófonos de condensador de estudio sin alimentación auxiliar, o los auriculares de gran amperaje, ambos requerirán dispositivos con características especiales, y muchas tarjetas de sonido e interfaces de audio (internas o externas) podrán sacar el jugo que estos dispositivos tienen con mucha más facilidad que las soluciones dispuestas en nuestras placas por defecto.

Por supuesto, ambos ejemplos dados hasta ahora sólo suponen usos habituales y normales en un equipo para jugar, si además de jugador eres un aficionado a las escuchas ociosas, y gustas de disfrutar de tu música en los formatos de audio sin compresión, no muchas soluciones integradas en nuestras placas cuentan con la capacidad de reproducir esos archivos sin incurrir en problemas de sample rate o en errores de representación; algo inadmisible para muchos sibaritas del sonido.

Exprimiendo al máximo nuestros dispositivos

El gran problema del sonido, como sucede con tantas otras cosas dependientes de nuestros limitados sentidos, es que las limitaciones físicas y los elementos subjetivos de dichos sentidos tienen más peso en la sensación final que cualquier número que podamos arrojar a este texto.

Sin duda alguna, las soluciones de sonido dedicadas, como las tarjetas de sonido internas o las combinaciones externas de DAC/AMP o similares, serán (normalmente) más completas que aquellas que encontramos integradas en nuestros dispositivos por defecto, es lo normal, pues los fabricantes de dichos productos saben que, como mínimo, han de ser mejores que el grueso de ellas para ser una opción viable para el consumidor medio.

Ante esta situación, muchos fabricantes han optado por uno de dos caminos, siendo uno de ellos engalanar sus dispositivos con una miríada de características adicionales y extras de todo tipo para resultar interesantes, o la vía del rendimiento puro, buscando las mejores especificaciones posibles y apelando a un público concreto.

Un gran ejemplo de esta primera propuesta podría ser la fantástica Sound Blaster G3 de Creative, una tarjeta de sonido externa que cuenta con unas especificaciones sencillas y un precio comedido, pero que también incluye un fantástico y capaz software con grandes opciones para jugar.

En contraposición, encontraríamos opciones como la Dragonfly de AudioQuest, centradas en ofrecer el mismo perfil sonoro independientemente del dispositivo donde la conectemos. Y en ofrecer un buen sonido en cualquier escenario.

¿Necesidad o capricho? Una cuestión de gustos

A la hora de la verdad, determinar si una tarjeta de sonido es una buena opción para ti o no depende íntegramente de tu situación, las intenciones con tu dispositivo y del hardware del que dispongas en el momento de la decisión.

Nuestra recomendación es que, si ya cuentas con un equipo con el que te sientas cómodo jugando y unos buenos periféricos, mejorar tu sonido es una gran forma de redondear tu experiencia y las tarjetas de sonido son una buena vía para ello, especialmente si ya tenemos unos buenos auriculares con nosotros. En caso contrario, depende del énfasis que le des al sonido en tus sesiones de juego, tu espíritu melómano, o tu presupuesto.

Este modelo que dejamos un poco más arriba, así como los otros listados a lo largo de este texto, son recomendaciones para quienes quieran embarcarse en este periplo de la mejora del sonido con el que jugamos, el broche final a este texto, que esperamos que hayáis disfrutado. Si tenéis más dudas sobre este tema, o queréis más recomendaciones, no tendréis que esperar mucho para nuestro próximo texto sobre el tema.