Hoy se ha estrenado en Steam un juego de escala microscópica llamado Dragon Ruins. Se trata de un dungeon crawler de apenas dos o tres horas de duración (salvando el modo NG+) nacido de una game jam dedicada a este género. Apenas cuesta 4,99 euros y además tiene un 10% de descuento inicial. Lo mires como lo mires, estamos hablando de un título súper pequeñito que no tiene mucha complicación de ninguna clase. Pero creo que eso mismo tiene su aquel.
Verás, en mi humilde opinión Dragon Ruins tiene cierto encanto por varios motivos. Uno de ellos es la mezcla del filtro CRT con el arte del artista japonés Toriotto, que originalmente se diseñó para un clon de Wizardry llamado Javardry; si bien el autor consiente el uso de ciertas piezas en obras de terceros, como la que nos atañe. El resultado final es tan simple como encantador, y realmente logra evocar la atmósfera de Rogue o los MUD primitivos que precedieron al rol digital moderno.
Pero además de eso, creo que existe cierto mérito o romanticismo en el mero hecho de que se trate de un juego tan pequeñito. Piénsalo, ¿realmente necesitamos que todos los RPG tengan un trasfondo y worldbuilding descomunal? No sé cómo ves tú ese asunto, pero en mi opinión, la industria triple-A —o la 'marvelización' de la cultura pop en general— nos tiene tan mal acostumbrados a universos expansivos e interconectados que la premisa de "tienes cuatro personajes y si completas la mazmorra conseguirás el título de héroe legendario" me parece súper atractiva.
A Dragon Ruins no le interesa atiborrarte de nombres, eras ni leyendas; no te sirve por delante horas y horas de material insulso antes de permitirte disfrutar de lo que realmente te interesa. Tienes un breve diálogo de introducción, unas ventanas emergentes a modo de tutorial explicándote los controles y punto. En cosa de un minuto, estás explorando la mazmorra, luchando contra monstruos y acumulando experiencia para subir de nivel. Personalmente, me gustaría ver otros juegos imitando ese formato: rol genuino y fantasía, servido en formato de aperitivo.
Cada vez más cansado de los RPG interminables
Sin duda, la magia de Dragon Ruins radica en esa misma simpleza: es tan directo como un grano de café puro, y no tiene mucho interés en diluir la figura del dragón filosofando alrededor de su religiosidad o su trascendencia. Es el malo final del juego, punto. Un monstruo de fantasía que te va a hacer polvo como no lleves un equipo bien construido. Y llegar hasta él implica pasar unas horitas escuchando dungeon synth mientras decides si seguir o volver al pueblo para subir de nivel y comprar armas mejores.
Por mucho que me gusten Dragon's Dogma 2, Granblue Fantasy: Relink o Elden Ring, creo que el "microjuego de rol" tiene un carisma único y si todavía no estás hecho a ese tipo de compras, harías bien en darle una oportunidad a esto, o a Feldivek, o a Demon Lord Reincarnation. No son compras que te vayan a tener meses enganchado, pero seguro que te sorprenden; y si algunos estudios más establecidos se animaran a hacer esta clase de producciones de manera ocasional, tal vez el género avanzaría más rápido, y en direcciones sorprendentes.
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