La progresión es una de las partes más importantes de cualquier MMO, y buena parte de lo que los hace divertidos es precisamente la fantasía de poder: montar builds satisfactorias, bombear la mayor cantidad posible de daño por segundo o (cómo no) alcanzar el máximo nivel. Pero llevo unos días jugando a auténticos titanes del género que han tomado la sabia decisión de mandar a paseo todo lo tocante a la preparación y permitir a los fans pasárselo bien sin miramientos.
Por un lado está un Destiny 2 cuyos índices de actividad habían caído de manera preocupante a lo largo del último año, pero que ha remontado en las últimas semanas gracias a una ambiciosa actualización gratuita llamada «Into the Light» que trae de vuelta numerosas armas y misiones, así como un modo nuevo; y que curiosamente ha decidido amparar a los jugadores recién llegados o que llevaban mucho tiempo sin tocar el juego. ¿Cómo lo ha hecho? Fácil, colocando un cofre lleno de equipamiento con 1810 de poder al alcance de cualquiera.
Esa cifra se corresponde con la puntuación de equipamiento natural más alta que existe en D2 ahora mismo, lo que significa que un novato puede entrar al juego sin pagar un céntimo y tener nivel suficiente para entrar con sus amigos en raids u otros contenidos igual de avanzados. Como es lógico, este "atajo" no da las mejores estadísticas, ni equipamiento con todas las ranuras de mods desbloqueadas; pero ha sido una excusa fantástica para traer de vuelta a amigos que han estado un poco más desconectados e incluso a uno que nunca había jugado antes.
Creo firmemente que Destiny 2 es mejor cuando la fórmula se simplifica y los métodos para obtener ciertas piezas de equipamiento se vuelven más claros o directos. En este caso, la ejecución ha sido casi perfecta: tienes una colección de 12 armas increíbles y puedes moldear el RNG a tu favor para conseguirlas. La manera más eficiente de hacerte con ellas es repetir un modo horda debutante que ha conseguido (al fin) poner a prueba tus personajes sin ninguna clase de "girito" elitista. La solución era bien fácil, buena densidad de enemigos en un mapa cerrado, gratis y con excusa para traer de vuelta a la gente. Así, sí.
Plunderstorm, el BR de World of Warcraft
El otro juego que también ha ideado algo parecido es World of Warcraft, con su experimento battle royale «Plunderstorm». Muchos estaremos de acuerdo en que apostar por un BR en pleno 2024, cuando el podio está claramente repartido entre los tres o cuatro que lograron asentarse hace seis años, es una locura. Dudo que WoW vaya a alcanzar los números de PUBG o similares, pero diría que sí ha ganado en otro sentido: con sus más y sus menos, Blizzard Entertainment se ha percatado de que un MMO no está limitado a grandes lotes de contenidos con una carrera armamentística asociada.
Por si no estabas al tanto, Plunderstorm llegó como parte de la fantástica hoja de ruta de Dragonflight; si bien sus responsables lo separaron un poco del resto de novedades de la versión retail porque se desarrolla en una pestaña separada del menú principal. Tienes personajes separados sin ninguna clase de compromiso, entrar en cola es súper rápido y los progresos se comparten con el resto de héroes en tu cuenta. No tienes que hacer nada para ponerte al día: si tienes tiempo de juego registrado, entonces es cuestión de jugar en el mismo sitio que otros jugadores más experimentados. Incluso si no me ha enganchado, al menos creo que la idea de diseñar experiencias sin ninguna clase de nivelado es un acierto.
¿Significa esto que los MMO deberían abandonar los niveles o la puntuación de equipo? Pues no, porque al final del día estaríamos destruyendo el concepto de meta aspiracional y las expansiones se volverían considerablemente más sosas; está bien tener excusas para sentirte poderoso y desbloquear actividades con una cadencia predecible. Pero salirse de la norma es divertido también, y cada vez me queda más claro que el género es mejor cuando abraza ese balance de tradición e innovación. Conformarse con una sola vía es absurdo.
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