En escasas dos semanas se lanza uno de los videojuegos más esperados del año: Hogwarts Legacy. El action RPG ambientado en el universo de Harry Potter se ha convertido en un superventas de Steam incluso antes de salir, y trae consigo polémica y expectativas a partes iguales. He tenido la suerte de probarlo antes que muchos, y tengo claro que va a sorprender a más de uno.
Las bondades más evidentes del juego ya han sido descritas hasta la saciedad, incluso por mí en las impresiones generales de Hogwarts Legacy que he publicado en 3DJuegos. Es un mundo abierto cuidado hasta el milímetro, con mucho que ver y explorar, y que va a enamorar a todos los fans de la saga. No necesitaba coger el mando para saber todo esto, y, sin embargo, uno de los aspectos del título en los que menos confiaba fue lo que acabó por conquistarme.
Es la acción, el combate, lo que me tenía un poco preocupado. Y es que los duelos de magos del universo mágico de J. K. Rowling siempre me han parecido algo complicado de adaptar. Los juegos de Harry Potter y las Reliquias de la Muerte lo intentaron con un enfoque de shooter en tercera persona que no solo no terminaba de hacer clic, sino que pecaba de simple, repetitivo y falto de profundidad, algo que un action RPG no puede permitirse.
Estas dudas, por suerte, se disiparon una vez pude probar el título de Avalanche Software. El sistema de hechizos de Hogwarts Legacy es la mejor manera de trasladar cómo funciona la magia en el mundo de Hogwarts, y un accidente durante mi sesión de pruebas fue lo que me dejó claro que ha sido tratado con muchísima atención y mimo.
Durante una de sus misiones, acabé por enfrentarme con un grupo (bastante extenso, he de decir, ¡no bajes la guardia) de cazadores furtivos. Estos indeseables estaban acampando a sus anchas cuando me topé con ellos, y no dudé en probar mis habilidades combativas a su costa. Lanzando conjuros a diestro y siniestro, he de decir que no me costó mucho acabar con estos canallas que ladraban más que mordían. Y ahí fue donde ocurrió un maravilloso imprevisto.
En mi afán por destruir a mis enemigos, se me fue la mano con la varita y acabé por hacer añicos uno de los puentes de madera sobre los que estos estaban posicionados. Pensando en que simplemente era un buen sitio donde hacer un cuello de botella, lancé un Incendio, una bola de fuego que acabó no solo con mis enemigos, sino con la propia plataforma que necesitaba utilizar para llegar a mi objetivo.
Buscando en mis alrededores, vi que no había ninguna manera de seguir hacia adelante, había roto mi único camino hacia la victoria, y fue entonces cuando mi cerebro hizo clic. Pensando en las aventuras de Harry Potter, recordé que existe el hechizo Reparo, una magia capaz de reconstruir aquello que está roto. Busqué en mi arsenal y vi que, en efecto, lo tenía conmigo. ¡Sorpresa! Utilizarlo arregló el entuerto.
Pero, ¿por qué se quedó conmigo un momento tan pequeño y sencillo? Fácil, el corazón de Hogwarts Legacy es, indudablemente, su mundo y sentir que eres parte de él. Ver que hay una conexión indudable entre nuestras acciones y lo que nos rodea me dejó claro que no estamos en meros decorados, sino que aquí somos parte completa de este universo. Sin limitar nuestra interacción, el combate y la magia (otra de las maneras que tenemos de existir aquí), también han sido tenidos en cuenta. Esto no hace más que añadirle capas de profundidad a un sistema que en otros juegos de la saga parecía estar presente casi por obligación, y creo que eso es un tanto muy importante a favor de este RPG.
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