El equipo de Blizzard Entertainment lleva unos días dándole bombo a la beta abierta de Diablo IV, lo cual no es ninguna sorpresa porque es uno de los juegos más esperados del 2023 y porque esa fase de pruebas está a punto de caer. Tengo tantas ganas de entrar a Santuario como tú, pero si me permites un comentario en calidad de fan, espero de corazón que disfrutes mucho de todo lo que engloba el aspecto multijugador: ojalá yo hubiera podido hacerlo también.
Aportando algo de contexto al asunto, unos meses atrás tuve acceso a una demo de prensa de Diablo IV que —como te puedes imaginar— me gustó mucho. Me ilusionó su atmósfera, el tono, los gráficos; y también todo lo tocante a la acción y sus mecánicas RPG, claro. Sin embargo, como hablamos de un juego aún en desarrollo, la build que me llegó en aquel momento estaba algo limitada: no estaban todos los contenidos y había mucho material provisional. Eso es normal.
No es nada raro para alguien que trabaja en el medio encontrarse marcas de agua sobre la interfaz o diálogos narrados por una IA porque aún no se han implementado los audios finales, pero a mí me afectó un poco la soledad. En un servidor con apenas unas decenas de miembros de la prensa internacional jugando en franjas horarias dispares, era raro cruzarse con alguien en el ya de por sí lúgubre mundo de Santuario. Así que tengo muchas ganas de vivirlo en compañía.
Un Santuario alimentado por los jugadores
Diablo IV no es un MMORPG, pero sí es un RPG con muchos tintes de MMO, que es casi lo mismo. Tienes un mundo compartido, eventos y jefes de zona, una progresión gestionada a través del nivel de tu equipamiento, etcétera. Pero parte de esa experiencia es el aspecto social, y el hecho de no haberme cruzado con otros jugadores o no tener amigos a los que gritar a través de Discord la primera vez que me tocó una pieza legendaria... es una espinita.
Entiendo perfectamente que algunos prefieran jugar en solitario: es más fácil enterarse de la historia o avanzar a un ritmo más pausado que cuando tienes amigos al lado o a alguien coordinando una mazmorra. Pero incluso así, creo que el simple hecho de cruzarte con otros Nephalem en Kyovashad u otras ciudades, o ver cómo tus semejantes luchan a tu lado contra un jefe tan grande que la cámara se tiene que alejar para mostrar la acción, añade muchos puntos a la inmersión.
Los talentos bajo el mando de Joe Shely han insistido mucho en la idea de que es un mundo abierto muy terrenal, tridimensional; con materiales que se sienten muy auténticos y en contacto con el suelo y los personajes. Y tras jugarlo, la verdad, secundo esa intención artística. Pero creo firmemente que la presencia de otros aventureros también forma parte de ese encanto, de esa cohesión, de esa chispa de "oscuridad tangible" de la que apenas pude disfrutar en su momento.
Como ocurriese con otros episodios pretéritos, los NPC son bastante estáticos; están ahí para darle contexto al mundo, para complementar los altares y las iglesias con sus rezos y las calles con sus conversaciones. Es el factor humano el que le da algo de vidilla al tema. ¿Qué quiero decir con esto? Nada que deba preocuparte: cuando estés jugando, tendrás un Diablo 4 de tomo y lomo. Disfrútalo. Yo apreciaré más el cruzarme contigo y saber que estás ahí.
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