Hay algo que me resulta muy curioso sobre Starfield. Prácticamente siempre que hablo sobre el juego con alguien, hay una especie de esperanza latente de que el juego va a salir bien. No importa si son fans acérrimos de Skyrim o si simplemente están viendo todo esto desde las gradas, lo nuevo de Bethesda está rodeado de ganas de que salga bien, y todo eso sin haber enseñado aún absolutamente nada.
La semana pasada, nos enteramos de que el juego, que iba a salir el 11 de noviembre de este año, se retrasaba hasta 2023. Francamente, aunque me decepcionó un poco ver como el panorama de este año cada vez tiene menos y menos juegos grandes, soy de los que opinan que un juego atrasado siempre tiene la posibilidad de ser bueno.
Pero, ¿qué significa para Starfield ser bueno? Llevo todo el fin de semana dándole vueltas a esta pregunta tan curiosa. Sé muy poquito del juego, lo que Bethesda ha querido transmitir a través de los adelantos de su canal de YouTube, pero aún así hay una versión que ya existe, y es la que está en mi cabeza. Reflexionando sobre ello, he querido buscar referentes en los anteriores trabajos del estudio de Todd Howard y, aprovechando que el primer The Elder Scrolls está gratis en Steam, me decidí a visitar por primera vez el clásico de 1994 con una pregunta en la cabeza: ¿Qué puede aprender lo nuevo del estudio de sus orígenes?
De buenas a primeras, me topé con algo que me sorprendió. Voy a ser honesto y decir que no sabía absolutamente nada sobre The Elder Scrolls: Arena, y ver que podía elegir dónde empezar el juego, teniendo a mi disposición todas las regiones de Tamriel fue algo que pude relacionar directamente con el título de exploración espacial. Si bien es verdad que Skyrim y Oblivion tienen fama de tener un mundo abierto impresionante, la escala de sus mapas es bastante pequeña si la comparamos con The Witcher 3 o Elden Ring. El mundo de Arena, por otro lado, es enorme, y de Daggerfall, su secuela, ridículamente titánico, llevando decenas de horas atravesarlo a pie de una punta a otra, como demostró el canal de YouTube "How Big is the Map?" en su serie de vídeos al respecto.
Siendo sinceros, creo que la evolución hacia algo más contenido ha favorecido muchísimo a The Elder Scrolls, pero Starfield es algo más. Cuando pienso en las aventuras espaciales, lo primero que se me viene a la cabeza es algo absolutamente colosal. Un cosmos brutal lleno de planetas que explorar; unos mundos llenos de paisajes, ruinas y misterios; una aventura pensada para perderte en tierras desconocidas, diferentes entre sí pero muy, muy grandes.
Han pasado ya 11 añazos desde el lanzamiento de Skyrim, y creo que es el momento ideal para que Bethesda nos demuestre todo el músculo de su Creation Engine en un viaje sin precedentes. En mi Starfield personal, el estudio no pondría tanto enfoque en darnos tantas cuevas, asentamientos y pequeños detalles que encontrar, sino en crear algo masivo y dejar que nuestra propia imaginación y experiencia personal llene los posibles vacíos. Con la gran variedad de planetas y escenarios posibles, ya no necesitamos mil cosas que hacer, sino esa sensación de escala e infinidad que hace que viajar por el universo sea tan irresistible.
Lamentablemente, lo que era una espera de medio año hasta poder montarnos en nuestras naves espaciales y explorar los astros se ha alargado. Solo nos queda esperar con ansias más información por parte del equipo de Todd Howard y ver qué es lo que tienen pensado para su próxima megaproducción. Personalmente, sigo teniendo esa esperanza latente de que el juego sea bueno, y espero que lo nuevo de Bethesda sea tan ambicioso como revolucionario.
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