Tras muchos meses de rumores y otros tantos de filtraciones, fue el pasado día 28 de octubre cuando, en el contexto de su propio evento Innovation Luminary, Intel presentó oficialmente su esperada duodécima generación de procesadores, arropada bajo el nombre de Alder Lake.
El simple hecho de que lo primero que hayamos visto físicamente de estos procesadores sea su línea de productos de escritorio es, en mi humilde opinión, toda una declaración de intenciones por parte de los de Mountain View; siendo éste un mercado que tradicionalmente han dominado, pero en el que, en la actualidad, se encuentran desplazados por la propuesta de AMD. Las reglas que la propia Intel establecería con el origen de su serie Core han terminado siendo uno de los mayores problemas de la compañía para competir contra Ryzen; pero, si no puedes jugar con unas reglas ¿Por qué no proponer otras?
Y es que Intel lleva ya unos años embarcada en una potente reestructuración interna, una cuya Ópera Prima son los procesadores a los que hacemos referencia más arriba, en una obra claramente protagonizada por su nueva arquitectura, lo que propone en el sector de los procesadores x84, y las implicaciones que ello tiene en el devenir de un gigante como Intel en el mercado de los procesadores de consumo. Unas ideas que queremos explorar a lo largo de este texto, en el que os quiero contar por qué creo que Alder Lake es una excelente noticia para el futuro de los procesadores para PC.
Por qué la existencia de Alder Lake es importante
Soy una persona que cree firmemente en que una competencia viva dentro del sector tecnológico es una buena noticia para el consumidor final, especialmente cuando la propuesta entre competidores está diversificada.
Celebré con ansias la presentación original de los procesadores Ryzen en el ya lejano 2016, y su evolución en un sector que se había estancado por la ausencia de una competencia fuerte, como también lo hice en la aparición de Coffe Lake como respuesta a dicha amenaza, y he disfrutado la aparición de M1 en el campo de batalla de los portátiles para productividad. Ahora miro con alegría lo que promete ser el salvoconducto a que nos volvamos a encontrar en una situación similar a la de 2013 en los próximos años.
Para dar un poco de contexto a mis palabras tenemos que situarnos sólo un año antes de ese 2013, con el afianzamiento de Sandy Bridge en el mercado de las CPU de escritorio. Desde el lanzamiento de dicha familia de procesadores de Intel, hasta el lanzamiento (post Ryzen) de Coffe Lake a finales de 2017, pasaron nada menos que cuatro generaciones de procesadores Intel. En ese periodo de tiempo los cambios incrementales más importantes fueron una mejora del IPC de en torno al 16% de rendimiento y la adopción de nuevos estándares como PCIe Gen 3 o las memorias DDR4. Una imagen alejada de lo que tenemos hoy día.
Siguiendo con los datos, según la base de datos de Statista, AMD ha ganado en torno a un 15% de cuota de mercado en el sector de los procesadores x86 frente a Intel desde la salida de Ryzen, una cifra que parece poco preocupante en términos brutos, hasta que comprobamos que la tendencia es continuista; es decir, se espera que continúe incrementándose la diferencia entre ambas compañías en los próximos trimestres.
¿La causa principal de ello? La undécima generación de los de azul no ha podido competir de forma directa con la propuesta de la compañía texana. Una tendencia que Alder Lake avoca a cambiar.
El cambio de paradigma en los procesadores Intel
Pero dejemos el pasado atrás y entremos en materia. ¿Qué hay de interesante en los nuevos procesadores de Intel? La respuesta rápida es un abandono casi completo de la estructura de núcleos monolíticos, una que reinaba todos los procesadores de los de azul desde el establecimiento de la microarquitectura Core.
Como punto de referencia, un procesador x86 moderno trabaja paralelizando los diferentes procesos necesarios para ejecutar una acción, una tarea que se hace repartiendo de forma equitativa el trabajo entre los diferentes hilos de una CPU, cargando y asignando instrucciones de forma dinámica en cada núcleo; una actividad que se beneficia de unos núcleos rápidos y un pipeline eficiente. Un conjunto de elementos fácil de escalar en términos brutos.
En contraposición, Alder Lake nos presenta una estructura híbrida basada en núcleos especializados, en la que cada SoC tendría una cantidad variable de núcleos "estándar" de alto rendimiento, y otros tanto de núcleos de alta eficiencia, dedicados a tareas específicas del sistema; una filosofía que nos puede recordar a los principios de las arquitecturas RISC que vimos en su día en los equipos basados en PowerPC, una comparación no muy errada en lo conceptual, pero que se aleja de lo que Intel está planteando con Alder Lake.
En principio, los procesadores de la 12ª generación de Intel apostarían por una ejecución concurrente en la que cada tipo de núcleo atajará los procesos de forma simultánea, fraccionando cada proceso en diferentes microprocesos y asignando sus instrucciones al núcleo que más eficientemente pueda resolver cada uno.Para afrontar esta tarea, entra en juego el nuevo Thread Director y el hardware dedicado a su actividad en cada uno de los núcleos de alto rendimiento, una "capa de dirección" adicional que, según las intenciones de Intel, se encargaría de administrar de forma inteligente cada instrucción sin obstaculizar el trabajo general de la CPU.
El resumen, según Intel, es un procesador más eficiente a nivel energético, que además rinde mejor en actividades intensivas. Unas palabras que suenan muy bien, si tenemos en cuenta los números arrojados por la compañía; unos números que debemos tomar con cautela.
¿Y qué hay del rendimiento de Alder Lake?
Como podemos imaginar, que estos nuevos procesadores de Intel sean, además de más eficientes energéticamente, más rápidos que sus antecesores en escenarios reales, depende en buena medida del buen hacer del mencionado Thread Director, una labor complicada, pero en la que Intel confía de forma plena, como demuestran los gráficos que adjuntó durante la presentación de la Intel Architecture Day de hace unos meses.
Intel también se ha pronunciado sobre el rendimiento de Alder Lake en videojuegos, la materia que más nos atañe, con unos resultados muy prometedores en comparación con la anterior generación, girando en torno a un 10 – 28% de aumento en función del título según los datos de la propia Intel. Esto es una excelente noticia, dado el históricamente excelente de los procesadores de los de Mountain View en videojuegos, un rendimiento que aumenta esta generación.
Sin embargo, donde mayores cambios esperamos es en el que ha sido el caballo de batalla de los procesadores de los de rojo desde el lanzamiento de Ryzen: el software de creación de contenido y productividad.
La nueva configuración de hilos (serían 24 en el Core i9-12900K) eficientes + de alto rendimiento muestra, de nuevo, según datos de la propia Intel, saltos de hasta un 100% de mejora en el rendimiento en software de productividad, y números muy similares en escenarios tan concretos como el streaming en directo y otras actividades con grandes movimientos en segundo plano.
Qué creo que significa Alder Lake para Intel
La introducción de Alder Lake trae consigo novedades importantes que transciende los elementos que hemos repasado a lo largo del texto, en un movimiento habitual por parte de Intel, el cambio de generación viene apoyado por la introducción de estándares como DDR5 o XMP 3.0, junto a novedades igualmente importantes como PCIe Gen 5.0; todas ellas tienen sus consecuencias e implicaciones, que esperamos poder cubrir más adelante.
Sin embargo, lo que creo verdaderamente interesante, además del propio cambio de rumbo a nivel arquitectónico por parte de Intel, es la buscada y necesaria escalabilidad de Alder Lake, un punto fuerte que AMD supo establecer con Ryzen 3000 y su estructura de Chiplets y que, ahora, Intel puede replicar con esta nueva estructura interna.
Como no podía ser de otro modo, Intel ha hecho gala de dicha escalabilidad en su línea de procesadores de 12ª generación, algo que podemos comprobar en las especificaciones de éstos, información que está disponible desde la presentación de esta esperada generación.
Si esta nueva generación de Intel podrá sobreponerse al creciente dominio de los procesadores de AMD en el campo de los PC de sobremesa es algo que sólo el tiempo nos dirá, aunque sí que confío en que este cambio de rumbo por parte de Intel nos depare, en el peor de los casos, competición en el sector de los ultrabooks, y en el mejor, además de esto último, la vuelta de una necesaria competición en el campo de los PC de sobremesa. Tendremos algunas de estas respuestas el próximo 4 de noviembre.
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