La batalla por la arquitectura x86 comenzó con acusaciones de robo, plagio y monopolio
El pulso entre AMD e Intel es uno que lleva ya décadas sucediendo. En el área de los procesadores de PC, ambas firmas llevan batalleando más de 30 años. En todo este tiempo, han tenido un sinfín de encontronazos y pleitos, pero ninguno de ellos tan extraño como el que ocurrió en los 90. Un malentendido entre dos de sus empleados que se llamaban Mike Webb y un hotel llevó a una querella millonaria.
La batalla legal entre AMD e Intel por el x86
Pongámonos en situación. Corrían los años 80 y principios de los 90, y en aquel entonces reinaba Intel. Los dueños del legendario chip 80386 tenían un grandísimo poder sobre la industria, esperando conseguir casi mil millones de dólares en ingresos solo en 1990, con un margen de beneficios astronómico que rozaba el 90%. AMD veía aquí un grandísimo monopolio, y llevó a Intel a los tribunales, al considerar que su poder sobre la licencia de los 386 era abusivo.
En el pasado, AMD había sido la fabricante secundaria de los chips 80286 y 8086, y desde el equipo rojo afirmaban que eso les daba derecho legal sobre el 80386. Tras años de colaboración, Intel decidió cerrar la puerta a su rival afirmando que no estaban trabajando en ningún producto comparable a sus 80386, lo cual significaba no estaban bajo obligación de licenciar la arquitectura a estos. Los rojos, evidentemente, no lo veían así y decidieron acudir a los tribunales. Mientras tanto, entre las sombras, se cocía algo más, un plan para poder clonar estos chips sin depender de Intel.
En 1990, Mike Webb, empleado de Intel, y Mike Webb, empleado de AMD se quedaron en el hotel Hilton de Sunnyvale. No se sabe si estuvieron alojados allí a la vez, pero lo que sí que se conoce es que durante su estancia allí, el Mike Webb de AMD cometió uno de los mayores errores de su carrera: olvidarse una carpeta con información clasificada de un nuevo producto creado en secreto dentro de AMD, el AM386. Esta copia de los chips 80386 de Intel estaba siendo llevada en secreto en paralelo a los juicios entre las compañías.
Como si de una película de espías mala se tratara, el personal del hotel Hilton quiso hacer llegar estos documentos a Mike Webb, contaba Los Angeles Times, con la mala suerte de que fueron remitidos al empleado de Intel, no al del equipo rojo. Según afirmaba un representante de Intel, nada más recibir los documentos y enteresarse de lo que contenían, el Mike Webb de Intel dio la voz de alarma y los remitió a uno de sus superiores. Estos fueron sellados inmediatamente para usarse como prueba en una nueva demanda, la cual afirmaba que AMD estaba usando la marca registrada de Intel.
Por su parte, AMD no se tragó la historia de los dos Webbs, y desde la empresa se afirmó que Intel había robado los documentos, pues no podían probar que ambos empleados de las firmas habían estado alojados a la vez en el Hilton de Sunnyvale. Por esto, decidieron emprender su propia pelea legal a través de la cual exigían 10 millones de dólares en concepto de daños.
En 1991, Intel intentó que AMD no pudiera lanzar su AM386 y fue el comienzo de una batalla legal que no hacía más que drenar los recursos de ambas compañías. En 1994 llegaron hasta la Corte Suprema de California, donde a AMD se le otorgó una licencia exclusiva y sin necesidad de pagar regalías permanente, además de una extensión de dos años para patentes relacionadas con este chip. En cuanto a la batalla legal antimonopolio, tras gastar más de 100 millones de dólares (vía Harvard.edu), ambas firmas llegaron a un acuerdo en 1995. El resultado es que AMD recibió acceso permanente a los micrcódigos de 386 y 486, pero pactó no volver a copiar ningún otro microcódigo de la empresa. El resultado no agradó a ninguna de las dos marcas, que ya estaban sumergidas hasta el fondo en una industria donde x86 era la arquitectura dominante.
Por último, la cosa no acabó ahí, y es que en 2009, la Comisión Europea decidió ponerle una multa de mil millones de euros por monopolio al equipo azul, que luego fue pactada con AMD por la friolera de 1.250.000.000 euros a favor del equipo rojo. Desde luego, haber sido el pez gordo de los procesadores acabó causándole a la empresa más de un dolor de cabeza.
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