El mercado de los monitores gaming está cada día más y más saturado. Con decenas de marcas creando pantallas para jugar, hay un montón de especificaciones que flotan por ahí: tipos de paneles, resoluciones, latencias, HDR... Desde luego, hay mucho en lo que fijarse, y una de las palabras que más se repite es hercios (abreviado Hz). Pero, ¿qué es este número y por qué es importante?
Lo más normal cuando estás mirando monitores es que veas cifras de hercios muy concretas: 60, 75, 120, 144, 165 y 240 son las que más vas a encontrarte por ahí, y es una de las principales cosas a tener en cuenta cuando buscas un monitor, especialmente si tu ordenador es bastante potente o si juegas a títulos competitivos como Counter- Strike: Global Offensive o League of Legends. El por qué es muy sencillo: tienen que ver con la fluidez de la acción y la rapidez a la hora de enseñártela.
La manera en la que funcionan los monitores es enseñando varias imágenes por segundo. Cuando hablamos de los famosos 60 FPS, por ejemplo, significa que los paneles de nuestras pantallas nos enseñan 60 imágenes por segundo para transmitirnos movimiento. Si, por ejemplo, comparas esto con 30 o inferiores, notarás que la acción es lenta y va a tirones, pues falta información de imágenes por segundo. Eso sí, si tu monitor no tiene las capacidades para enseñar más imágenes, por mucho que llegues a 165 FPS, no verás casi diferencia. Esto se debe, precisamente, a los hercios de tu pantalla.
Con 60 Hz, tu dispositivo va a tener la capacidad de enseñarte 60 imágenes por segundo. Así, si tu ordenador es capaz de alcanzar tasas de frames más altas, te va a convenir tener un monitor con mayor cantidad de hercios, o estarás desperdiciando el rendimiento de tus componentes. Sí que es verdad que mayores framerates, aunque no puedas aprovecharlos, pueden llevar a una latencia reducida, pero esto no es lo ideal a nivel utilitario.
Pero, ¿por qué es importante poder aprovechar estos FPS? Bueno, para empezar, depende bastante de los juegos a los que les dediques tiempo, las aspiraciones que tengas y a lo que estés acostumbrado. Para empezar, a la hora de jugar a títulos competitivos, como Valorant, Counter-Strike u Overwatch, una mayor tasa de refresco reflejada en tu monitor va a hacer que no solo la acción se vea más fluida, sino que tengas información en tu pantalla un poco antes de tiempo y que tus movimientos y puntería sean más exactos. Evidentemente, aquí hay rendimientos decrecientes, y más si no eres un jugador profesional, pero la diferencia es notable.
Por otro lado, si lo que estás buscando es una experiencia altamente fluida, incluso para títulos multijugador, es importante, como poco, superar la tasa de los 60 FPS. La diferencia, incluso, entre 60 y 90 FPS puede ser una parte muy grande de tu experiencia de juego, y personalmente opino que es mucho mejor jugar a 1440p con altos FPS que a 4K 60 FPS siempre y cuando lo estés haciendo en un monitor y no en una tele de 50+ pulgadas.
Aun así, elegir el monitor perfecto para ti es mucho más complejo que simplemente ir a por la mayor resolución y hercios posibles. Debes de tener en cuenta la potencia de tu ordenador (por ejemplo, si puedes alcanzar tasas de refresco altas en 1080p, pero no en 1440p o 4K), además de la calidad y tipo del panel que vayas a comprar, el tipo de este y tus propias necesidades. Son muchos los aspectos a tener en cuenta para comprar el monitor gaming ideal, pero ahora que sabes qué son los hercios y por qué importan, estás un poco más cerca de poder tomar la mejor decisión para tus necesidades, y eso es lo importante.
Imagen original de Alexandru Acea (Unsplash)
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