Cuando los más nostálgicos hablamos de "los buenos tiempos" en la industria y/o de los orígenes del PC gaming, puede parecer que todo se resume a la calidad de los juegos, pero la verdad es que no es cierto. Al menos no del todo. Aunque la morriña suele hablar muy a favor de aquellos primeros títulos que nos descubrieron el mundo de los videojuegos, teníamos algo muy especial que hoy día se ha perdido: la nada.
Y de la misma forma en la que Mufasa sorprendió a Simba al mostrarle sus dominios por primera vez, cuando nosotros insertábamos por primera vez ese cartucho o CD inédito, nos abríamos a un nuevo horizonte de fronteras a través del lanzamiento de turno. Y lo cierto es que lo hacíamos con tanta incertidumbre como ilusión. Con los tráileres de promoción siendo poco más que un vago recuerdo que de cuando en cuando —y de manera muy ocasional— asomaba en televisión, comprar un juego se basaba únicamente en tres aspectos: la carátula, la contraportada y el nombre.
Los buenos tiempos eran una explanada sin nada por delante
Y había algo peor: no existían ni las guías ni las referencias. Y digo peor cuando en realidad quiero decir maravilloso, porque todo era un experimento. Hoy día resulta extremadamente sencillo encontrar la solución para ese puzle que no podemos resolver, descubrir cuál es la mejor build para ese personaje que tanto nos gusta o cómo podemos obtener ese trofeo de Steam que tan pocos tienen.
Cuando hablamos de los viejos tiempos, es decir, del auge de la industria, es negar todas realidades y reducirlo todo a la nada. Internet era poco más que un experimento que empezaba a llegar a nuestros hogares, por lo que hablar de videojuegos concretos era algo que muy pocos (o nadie) se planteaban. Era menester recurrir a las ya casi extintas revistas de videojuegos.
Sí, hablo de míticas tales como PCManía o Micromanía, magacines que hoy día muchos ni conocerán. El paso del tiempo ha querido que ahora sean poco más que un vacuo y efímero recuerdo al que le guardamos mucho cariño. Sea como fuere, ejemplificaban a la perfección la situación de la industria y de los jugadores. No había trucos y, cuando se descubría uno nuevo, lo más probable era porque la propia desarrolladora lo contaba en algún periódico u revista.
Muchos de ellos tienen tanta historia que hasta se han convertido en un mito de culto, como el famoso código Konami y su "arriba, arriba, abajo, abajo, izquierda, derecha, izquierda, derecha, B, A, Start". Es un ejemplo de tantos. El caso es que cuando los nostálgicos hablamos de los buenos momentos del pasado, o de los viejos tiempos, lo hacemos recordando que todo era más difícil porque no había nada.
No había pistas ni trucos. El boca a boca con los amigos, familiares y conocidos era la mejor fuente de información junto con los manuales y las propias revistas. Era un proceso de descubrimiento perpetuo con mucho sentimiento. Era una forma diferente, ni mejor ni peor, de entender la industria de los videojuegos. Una en la que la prueba y el error lo era todo.
Hoy día hemos ganado muchas cosas, pero también hemos perdido parte de ese afán de explorador original. Bueno, eso y las demos con 334.768 juegos diferentes en un único CD-ROM que tantas maravillas (y barbaridades, en el mal sentido) nos llegaron a descubrir. En conclusión, que si alguien os habla de los viejos o los buenos tiempos, os está hablando de las revistas, de los CD-ROM y del desconocimiento. Que no os engañe. Porque era eso: nada. Y cómo nos gustaba. Y qué felices éramos.
Imagen de EsaRiutta en Pixabay
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