Si bien es verdad que los anuncios y tráileres de los Game Awards han copado las portadas de la prensa especializada (la nuestra incluida), la cara oculta de los premios ha dejado un sabor amargo en la boca de muchos de sus asistentes, profesionales del medio y fans. El evento de Geoff Keighley no se libra de críticas ante presiones para acabar los discursos rápido, excesiva publicidad y, por sorprendente que suene, una manifestación a las puertas del teatro donde se celebró.
The Game Awards, una noche de premios, pero también de críticas
"Si ganase el juego del año, estuviera dedicando el premio a un miembro de mi equipo que falleció durante el desarrollo y viera las palabras 'Por favor, termina', estaría muy enfadado", las palabras de Javiera Cordero, jefa de operaciones de la Quest Store en Meta son un gran resumen de lo ocurrido este año. Dando solo 30 segundos a los ganadores de galardones para sus discursos, los teleprompters con cuentas atrás y mensajes de que se acaba el tiempo aguaron la fiesta de más de un profesional.
Por si esto no fuese grave de por sí, aquí no acaban las críticas contra el evento. Si estuviste viéndolo, te habrás dado cuenta de que muchos premios ni siquiera fueron recogidos por sus respectivos ganadores, y la comunidad más crítica también está molesta con este aspecto de los Game Awards. Atacando la falta de tiempo (total o parcial) para los triunfadores de la noche, también hay quien apunta hacia las presencias que más pudieron decir delante de las cámaras.
Hideo Kojima, Jordan Peele, Simu Liu, Matthew McConaughey, Anthony Mackie y parte del elenco de la serie de Fallout tuvieron amplio espacio para presentar sus proyectos, haciendo que la gala pareciese más un escaparate de futuros proyectos que una celebración de los videojuegos de 2023. Este equilibrio es algo con lo que los Game Awards siempre han tenido que lidiar, pero este año el público ha sentido especialmente desequilibrado el planteamiento.
Por si todo esto fuese poco, la cara oculta de la cara oculta del evento viene en forma de trabajadores de la industria fuera del recinto. Como hemos podido saber gracias a Destiny Jackson, periodista de Deadline, y Nicole Carpenter, de Polygon, varias personas se presentaron para protestar contra las malas condiciones laborales en un medio en el que reina la inseguridad por sus puestos de trabajo, además de los miles de despidos que han sacudido la industria este año. Despidos a los que, por cierto, no se hizo ninguna alusión durante una gala que dice "celebrar la industria del videojuego".
Al final, lo que queda claro es que The Game Awards está en su punto más complicado. Atascado entre un evento que necesita a sus patrocinadores como yo necesito respirar, unos creadores sin los que no existiría la gala, intereses comerciales de un panorama en el que importa más el futuro que el presente, y una industria que se cae a pedazos día a día, no es de extrañar el descontento. Ha sido un año increíble para los videojuegos en cuanto a lanzamientos, sí, pero no hay que olvidar a las personas que han hecho que podamos soñar y vivir increíbles aventuras. Sin ellos, ni los Game Awards ni nuestro hobby serían nada, y por eso duele verlos dejados de lado.
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