Aún recuerdo aquellos momentos cuando salía de clase, apenas con 8 años, y en casa me ponía a jugar Port Royale en un PC del que se reiría mi móvil actual. Todos hemos crecido desde principios del milenio, pero guardamos en nuestro corazoncito aquellos recuerdos de juegos que quizá no son los mejores de la historia, pero sí nos acompañaron durante años. Aquellos dulces recuerdos son los que me sobrevienen al ver Tortuga: A Pirates Tale, pero, sorprendentemente, la ceguera propia de la nostalgia no me ha jugado una mala pasada esta vez.
Tortuga: A Pirates Tale es obra de Gaming Minds Studios, responsables de Port Royale 3 (también su cuarta entrega) o Patrician IV. Un pequeño grupo alemán que ha acompañado a Kalypso Media desde 2010 y que quizá para separarse de la añeja marca comercial que supone la obra de Ascaron Entertainment, ha erigido una IP propia sin alejarse de terreno conocido.
Si jugasteis aquellos clásicos proyectos de principios del milenio, recordaréis lo estupefacto de vuestro rostro —especialmente si erais tan novatos como yo— al ver un mundo abierto que abarcaba lo ancho y largo del Mar Caribe. Tortuga replica ese mismo enfoque, pero supera las lógicas limitaciones del hardware al ofrecer un enfoque mucho más cercano, lejos del mapa táctico del que se vanagloriaba el primero. La idea en este juego es, de nuevo, explorar el océano, comerciar, cumplir contratos únicamente disponibles para los piratas y, para mi sorpresa, completar un modo historia que nadie pedía, pero ante todo es un añadido interesante para un estilo de juego muy cuadriculado.
El trabajo es bueno. Hay nada menos que 18 tipos de barcos, una personalización más clara y profunda de nuestros navíos; sin olvidarnos de una diferenciación más lógica de las facciones y los países que se disputaban un pedacito del Caribe. De hecho, el combate ya no es tan arcaico y poco inspirado como casi todos los juegos de piratas. Tortuga: A Pirates Tale nos emplaza en un mapa de juego táctico, al más puro estilo XCOM con barcos. Casi parece "hundir la flota", y es un soplo de aire fresco a una temática que nunca ha conseguido desquitarse de un mal control —al fin y al cabo mover un barco no es tarea fácil—.
Pelear es la segunda tercera pata de esta silla algo endeble. Por mucho que pueda parecer lento y aburrido, quizá ajeno a la ferocidad de los combates navales, el estilo "juego de mesa" casa con un atino notable. Los movimientos son tan limitados como los ataques; unos que no se escapan del clásico ABC del combate naval con cañones, fuego y abordajes. Si Midnight Suns —aunque en un lugar diametralmente opuesto del género— ha conseguido un dinamismo sorprendente bajo esta misma premisa de turnos, Tortuga goza del mismo logro, aunque bajo sus respectivos estándares.
Eso sí, lo que pude ver en la presentación que los equipos alemanes de Kalypso Media y Gaming Minds Studios en exclusiva ayer —aunque la prueba jugable aún se escapa de nuestras manos—, es tan Port Royale que sus nuevos añadidos no consiguen sorprenderme tanto. Intento disociar entre nostalgia y opinión, y aquí creo que los bávaros aún pueden poner más granitos de arena propios con vistas a diferenciarse de la más que lógica comparación con Port Royale.
Aquí subyace un problema muy típico en estas IPs clásicas que vuelven buscando un nuevo horizonte: ¿debemos valorarlas como intentos de replicar lo clásico o como juegos nuevos con la falta de inspiración que eso conlleva? Es difícil dar una respuesta, pero lo que propone Tortuga, dentro del sabor añejo que deja al verlo, creo que podría llamar la atención por su propio peso, pero solo de cara al futuro. Uno que pasará por un lanzamiento del juego en Epic Games Store (nada de Steam, por ahora) y consolas a comienzos de 2023 en una versión que más trabajada y con meses de contenido a sus espaldas, puede ofrecer algo propio. Hasta entonces, quizá debamos recordar Port Royale como lo que es: una vieja gloria.
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