Análisis de Jurassic World Evolution 2: como simulador de construcción aún tiene mucho que aprender

Desde siempre me he sentido atraído por todo aquello que proponían los títulos de construcción y gestión, los comúnmente conocidos como los Tycoon -me referiré a ellos de esta manera a partir de ahora-. Muchas veces pienso si dar el salto de la línea principal de videojuegos de Haemimont Games, Imperivm, a su vertiente más profunda con la coletilla Civitas fue buena idea por todas las horas que he invertido en títulos de este estilo desde entonces. En realidad no me arrepiento pues me han dado unas experiencias increíbles que no cambiaría por nada, por eso cuando me lancé en 2018 a Jurassic World Evolution mi sensación fue agridulce.

Por supuesto, como chaval nacido en los 90, Jurassic Park me enamoró desde temprana edad. Fue una experiencia magnífica la que viví con aquel añejo VHS y la idea de gestionar mi propio parque de atracciones con estas bestiales criaturas casi 20 años después sacó al niño que aún vive en mi. No obstante, me encontré con un título que pecaba de prudente y que no sabía si ser un título de gestión divertido o uno profundo. Dirigir aquel parque de atracciones se convertía en una tarea más aburrida de lo que podría parecer a simple vista y, aunque según tengo entendido Frontier Developments supo mejorar levemente este título con varios DLCs, me bajé de este tren mucho antes.

Con Jurassic World Evolution 2 he tenido la sensación al instante de que el estudio no solo ha hecho los deberes, sino que ha acortado distancias con el resto de gestores de construcción, aunque aún hay mucho camino por delante. Este título es un "ABC" de lo que entendemos por secuela y expande, de forma muy orgánica, las manidas mecánicas de gestión de infinidad de títulos del género sirviendo como puente de los acontecimientos vistos en Jurassic World: Fallen Kingdom y Jurassic World: Dominion, el final de la nueva trilogía en el cine.

Variedad de modos aunque solo uno sobresale del resto

Los Tycoon de este estilo siempre suelen ofrecer algo más allá del clásico modo creativo, o también conocido aquí como “sandbox”, donde poder construir y llevar el control de nuestro parque al milímetro sin ayuda ni objetivos. En esta secuela, junto al modo creativo y modo campaña, que nuevamente no sirve más que para ofrecer un vistazo –muy poco llamativo he de decir– de todas las mecánicas del juego, me he encontrado una grata sorpresa: la modalidad Teoría del Caos, un conjunto de escenarios con pequeñas misiones que, sin lugar a dudas, sobresale del resto.

Normalmente soy un jugador bastante atípico y me gusta lanzarme sin paracaídas al modo sandbox sin saber muy bien qué hacer o qué elegir. Aprendo a base de golpes y errores, pero eso es algo que a mi como usuario me gusta. Este modo Teoría del Caos suple la falta de originalidad del modo campaña y nos propone un "¿Qué pasaría si...?" que nos llevará a revivir momentos clave de la historia de Jurassic Park y Jurassic World con un gancho muy llamativo: podemos enmendar los errores cometidos en las películas. Así pues, nuestra tarea será la de dirigir estos parques de atracciones antes o después de los fracasos de Jon Hammond y Simon Masrani para dar una nueva y mejor vida a esos seres prehistóricos.

Teoría del Caos no es solo atractivo por este detalle narrativo, más teniendo en cuenta que busca atraer a los fans de la saga cinematográfica, sino porque aúna los objetivos y el por qué propio del modo campaña con la libertad del modo creativo en una mezcla que, a mi gusto, casan a la perfección ofreciendo una experiencia compleja y que sabe recompensar al jugador. Durante toda la aventura seremos guiados por figuras clave de la historia como son Claire Dearing, Owen Grady o el mismísimo Dr. Ian Malcolm, quien repite su papel de guía al igual que ya lo hizo en la primera entrega.

Los objetivos son claros y no se salen de la tónica general de trasladar a los dinosaurios a sus recintos, reformar el parque y atraer a nuevos visitantes, unos muy ingenuos porque hay que tener en cuenta que nos situamos en el mismo escenario donde años antes se produjo una matanza muy seria. No obstante, Jurassic World Evolution 2 se lo toma todo con mucha calma y sin seriedad alguna. Sabe que emplazar estas nuevas historias en un supuesto donde se hace un particular borrón y cuenta nueva tiene sus complicaciones, pero hemos venido a divertirnos gestionando un parque con reptiles gigantes, no a ponernos serios.

De hecho, este desasosiego se traslada a la propia gestión del parque. Ésta no ha visto muchas mejoras, de hecho diría que ha perdido algo de microgestión en relación con su primera entrega y, en especial, con aquellos Tycoon de Frontier que se permiten el lujo de ser muchísimo más vastos. Tenemos que olvidarnos de, por ejemplo, fijar un precio mínimo y máximo para las entradas, gestionar y conocer las inquietudes de los visitantes u ocuparte de los conserjes y de la limpieza. Estas carencias alejaran al jugador más hardcore, lo sé, pero creo que es una decisión muy inteligente para equilibrar la gestión del parque con la de los dinosaurios, nuestras particulares atracciones.

Unos tiernos animalitos de varias toneladas

El mayor atractivo de esta dulogía de títulos Tycoon son los dinosaurios, como no. Son nuestros hijos, el motivo por el que nos levantamos cada mañana y nuestramayor preocupación. Con más de 70 especies en su haber, Jurassic World Evolution 2 nos propone darles la mejor vida posible y para ello, tenemos que tratarlos con mayor dulzura y atención que a los propios visitantes del parque. Estadísticas como la cantidad de terreno libre que tienen para correr, el agua, los lugares con sombras o el estrés –habéis leído bien, los dinosaurios sufren de estrés si no atendemos sus necesidades– implican una dedicación total por nuestra parte.

La personalidad de cada dinosaurio cobra una mayor importancia e interés en esta secuela. Al contrario de lo que pueda parecer, cada dinosaurio no tiene prefijados distintas formas de actuar o relacionarse, todo se lleva de forma aleatoria con unos patrones muy interesantes. Ahora tendremos que preocuparnos por los territorios que ciertos machos alfas establecen dentro de sus recintos o lidiar con aquellos dinosaurios más violentos de la forma más correcta posible. Puede que esto nos obligue a trasladarlos a una nueva zona, con el desembolso que eso conlleva, pero también podemos dejar que la naturaleza siga su curso y atraer a más visitantes gracias a un dinosaurio sediento de sangre, la decisión es enteramente nuestra.

No obstante, en Jurassic World Evolution 2 no nos limitamos simplemente a sedarlos y trasladarlos a su nuevo habitad, mecánica que vuelve de su primera entrega, sino que debemos preocuparnos también por su salud física y su bienestar. Todo esto se traslada de forma orgánica a las mecánicas de juego gracias a la inclusión de nuevos trabajos, especialistas y edificios. Uno de estos inmuebles es el ala paleomédica del parque que, como su nombre indica, su objetivo es asegurar que nuestros dinosaurios tengan los mejores cuidados posibles. Por otro lado, los guardias ahora pueden patrullar las zonas previamente asignadas dentro de los recintos y notificar de cualquier problema acontecido en lugar de tener que hacerlo manualmente.

Todas estas mejoras están ligadas íntimamente con el reclutamiento de los científicos, una novedad muy bien implementada y que ofrecerá más quebraderos de cabeza –en el buen sentido– para el jugador. Cada uno de estos científicos se especializa en una rama como, por ejemplo, la epidemiología o su conocimiento de las relaciones dentro de la manada. Tener un equipo bien balanceado de científicos es tan importante como la propia gestión del parque. Cargar de demasiado trabajo a uno de estos científicos o no atender sus necesidades puede llevar a que saboteen ciertos elementos de nuestro parque de atracciones con el fatídico desenlace que eso lleva implícito.

Un parque más variado pero menos personalizable

Como he adelantado sobre estas líneas, los elementos clave de construcción siguen estando presentes sin muchos cambios –algo no necesariamente malo–, pero la personalización de nuestro parque ha visto una mejora mínima. Las herramientas de decoración son algo más variadas y con cierta dedicación por nuestra parte podemos construir un parque de atracciones bonito y que dé gusto de mirar, pero al final todo se siente demasiado artificial y falto de vida. Jurassic World Evolution 2 sigue por detrás de otros Tycoon de gestión de parques de atracciones que desarrolla la propia Frontier.

Hecho en falta gran parte de las locuras que nos dejan hacer otros simuladores de construcción. No quiero compararlo con simuladores más amplios como Cities XXL o Cities Skylines, pero poder hacer una playa en pleno parque jurásico –no es invención mía, en Jurassic World encontramos una playa artificial cerca del recinto del Mosasaurio– o un recinto a varios niveles de altura es imposible con los útiles de personalización del juego.

Por otro lado, los visitantes de nuestro parque de atracciones ahora buscarán dos tipos de experiencias en él: un resort de vacaciones para acudir en familia o un lugar donde vivir experiencias únicas. Su reflejo en el juego es bastante difuso pues, como he adelantado, no tendremos un medidor para saber el estado anímico de estos visitantes, pero para que lleguen en masa tendremos que tener en cuenta ciertos detalles como la cantidad de edificaciones de ocio y comida, o la cantidad de atracciones en las que los visitantes estén lo más cerca posible de los dinosaurios.

La vida se abre camino, sí, como diría Ian Malcolm, y disfrutar de pequeños momentos de estrés cuando los dinosaurios destrozan las verjas tiene su parte de diversión. No obstante y a pesar de que mi experiencia en esta segunda entrega ha sido mejor que en 2018, Jurassic World Evolution 2 sigue sin ser un sólido simulador de gestión de parques de atracciones. Es menos superficial que su predecesor, pero Frontier aún tiene que encontrar la fórmula perfecta para esta IP, aunque van por el buen camino.

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