¿Alguna vez habéis pensado en el potencial de ciertas demos técnicas para convertirse en videojuegos AAA? Me refiero a esas imponentes demostraciones de poderío técnico de motores gráficos como Unreal Engine con, por ejemplo, Valle of the Ancient, que dejan boquiabiertos a más de uno, yo incluido. ¿Por qué menciono esto? Porque Bright Memory: Infinite es una demo técnica disfrazada de videojuego, aunque mucho más divertido he de decir.
La IP del estudio chino FYQD, conformado por un único desarrollador de 23 años, se hizo hueco en la conferencia Inside Xbox de 2020 con un adelanto que dejaba claro el auténtico potencial gráfico de la nueva generación de Microsoft, al menos de salida. Se parecía a muchas cosas y jugueteaba con distintos géneros, pero lo encajaba todo en un título que parecía no tener reparo en ser tan caótico y frenético como espectacular, visualmente hablando.
Para empezar, quiero dejar claro que Bright Memory: Infinite es diferente, bastante más diferente de lo que pudimos jugar en su prólogo. Todo lo que hacía a Bright Memory un claro representante del género "stylish action" se ha transformado hasta ofrecer una experiencia más cercana a DOOM o Quake que a Devil May Cry, prescindiendo, por ende, de ese sistema de puntuación por muerte tan característico del hack and slash. El combate es más lento pero estilizado, y la acción se encadena de tal forma que no hay un minuto de respiro en toda la aventura, pero vayamos por partes.
Muchas preguntas que responder y ninguna respuesta
No me gusta empezar destacando algo negativo, pero creo que es de recibo comentarlo. El principal problema de Bright Memory: Infinite es que sigue siendo un aperitivo como ya lo fue su prólogo. Tenemos un buen puñado de conceptos e ideas; tramas y personajes; situaciones y artefactos, que o bien no se desarrollan, o no vuelven a aparecer en toda la aventura. El regreso de DOOM en 2016 demostró que no hace falta dar una explicación a todo y ser consciente de que somos el centro de una enorme historia, pero por lo menos cuidaba su trasfondo y universo —lo que conocemos comunmente en el mundo del videojuego como lore— algo en lo que Bright Memory: Infinite falla estrepitosamente.
La historia como tal no es que no importe, directamente no hay mucho interés por atrapar al jugador con una línea argumental interesante y todo se siente muy difuso. Además, su escasa duración, de apenas dos horas, imposibilitan un desarrollo coherente de una trama con tantos frentes abiertos. Lo que sí os puedo decir, no por temor a destriparos la trama sino porque no hay mucho que contar, es que estamos en un futuro cyberpunk donde la humanidad tiene que hacer frente a tormentas que harían palidecer a las de Battlefield 2042 y a un grupo terrorista con una misión por delante.
¿Cuál es esa misión? Bueno, es difícil responder a esa pregunta aún habiendo completado el juego, de nuevo recalco la gran cantidad de conceptos que no llegan a puerto alguno, pero para detener a estos villanos tenemos a Sheila, una soldado con habilidades sobrehumanas que forma parte de la organización SRO (Science Research Organization). A partir de aquí, casi como si empezáramos a ver una serie por su temporada final, nos veremos envueltos en una historia de viajes en el tiempo, agujeros negros y violencia a raudales.
En términos generales estamos ante una película de Michael Bay hecha videojuego. La máxima de Bright Memory: Infinite es decir “¿por qué no?” a todo. Podemos estar huyendo de un vehículo acorazado temiendo por nuestras vidas y de golpe y porrazo encontrarnos en el ala de un avión en llamas intercambiando disparos con varios enemigos. Todo en Bright Memory: Infinite es tan loco que lo mejor es dejarte llevar y no buscar respuesta a todo lo que ves o haces.
Acción sin ton ni son
Como no podía ser de otra forma, la mejor baza de Bright Memory: Infinite es su sistema de combate. Este shooter toma muchos elementos jugables de otros títulos, pero aun así consigo ver cierta originalidad en el producto final. Una vez consigues dominar todos los sinsentidos de su combate, sus armas y habilidades, siempre tendrás ganas de más locura y más acción.
El movimiento de nuestro personaje, a pesar de haber reducido un poco la marcha en comparación con su predecesor, lo noto curiosamente similar a Titanfall. Hay cierto peso en nuestras animaciones y a pesar de que nos podemos desplazar grácilmente por el mapa e incluso correr por las paredes (sería una pequeña copia de Titanfall si no fuera porque lo hemos visto mil y una veces), el movimiento no se siente confuso en ningún momento, aunque es mejor olvidarse de macar estrategias de combate.
Bright Memory: Infinite se disfruta aún más si vamos “a lo loco” y de frente, realizando ataques cuerpo a cuerpo y parrys con nuestra katana para marcar la distancia con el enemigo. Esperaba que el uso de esta espada fuera algo anecdótico, pero el juego pide a gritos que alternemos entre disparos y tajos. Algo tan eficaz como visualmente espectacular.
Todo se asemeja mucho, nuevamente, al más reciente reinicio de DOOM, con armas que infligen un daño desmedido y con diferentes modos de fuego, munición que no escasea y enemigos que son esponjas de balas. En otro título esto desbalancearían la experiencia, pero aquí no, aquí la hacen mucho más divertida.
En cuanto a los enemigos, éstos ahora tienen patrones de ataque mejor definidos, mayor variedad de armas y los jefes finales han reducido su ratio de aparición, ahora son menos pero sus enfrentamientos son mucho más interesantes. A pesar de ello, la inteligencia artificial sigue siendo bastante risible, con enemigos que se amontonan tras un parapeto o que, incluso, se quedan perplejos y sin saber qué hacer cuando nos acercamos lo suficiente a ellos.
Si la intención de su creador era hacernos sentir que tenemos el control completo de los enfrentamientos, ha dado en el clavo. Muy pocas veces moriremos ante estos enemigos, por lo que solo están ahí ara ralentizar nuestro avance. Obviamente esto no satisfará al jugador más hardcore, pero para entrar en este juego hay que dejarse llevar, en todos los sentidos.
Shelia, además, tiene una plétora de habilidades más allá de las armas que porta, para hacer estos enfrentamientos endiabladamente placenteros. Gracias a su exotraje podemos suspender a los enemigos en el aire o atraerlos hacia nosotros y ejecutar el consiguiente ataque cuerpo a cuerpo. Todas estas habilidades consumen energía del exotraje, por lo que su uso es algo limitado, y se desbloquean gracias a los relicarios, unas figuras de jade que encontraremos diseminadas por el mapa.
La intención del estudio es dotar de mayor variedad a una experiencia de juego muy encapsulada animándonos a explorar los escenarios o lanzándonos a misiones de sigilo con un diseño pobre. Estas últimas, especialmente, empañan la experiencia de juego pues Bright Memory: Infinite no está enfocado a un estilo de juego pausado y meticuloso, por lo que estos segmentos jugables se resuelven con celeridad para continuar con nuestra vorágine de sangre y balas.
Músculo gráfico con enormes problemas
Aquí quiero ser totalmente transparente y debo asumir que si bien me he divertido como un niño con un juguete nuevo con esta apuesta shooter de FYQD, me he encontrado con demasiados problemas para un título de tan corta duración. Comprendo la dificultad para un estudio de un único desarrollador y con un presupuesto moderado lanzar un título que sepa cumplir todas las promesas que ha puesto sobre la mesa, por ello creo que hay que dar carta blanca. Teniendo esto en cuenta, Bright Memory: Infinite es mucho más impresionante. Sin embargo, esto no cambia la calidad técnica del juego.
Lamentablemente, la disposición de los controles y su reflejo en el gameplay es tosco e impreciso. No os puedo asegurar que el esquema de controles en su versión de Xbox esté mejor diseñado, pero en PC da enormes quebradores de cabeza porque una tecla realiza varias acciones. No han sido una ni dos las veces que he muerto por apretar el botón de correr y el juego ha interpretado como una esquiva hacia los lados, con el consiguiente salto al vacío desde un precipicio.
A esto se le une la nula traducción a nuestro idioma. El juego se ejecuta en chino y si conseguimos cambiar el idioma dentro de los menús del juego, pues es imposible hacerlo desde Steam o desde los propios archivos, nos daremos de bruces con más problemas de los que querríamos. En ocasiones, el juego sufrirá una pequeña ralentización y cambiará automáticamente, y durante unos segundos, toda la interfaz al idioma predeterminado: el chino. Si era difícil seguir una trama sin pies ni cabeza, imaginad si no domináis el idioma.
La lista de problemas, al menos los que os cuento, acaba con las irregularidades gráficas. Aquí me quiero tomar un momento para aplaudir el apartado visual de Bright Memory: Infinite, que parece sacado de otra generación, tanto en el buen como en el mal sentido. Si bien su predecesor tenía un acabado más plástico, el juego completo despunta con un brillante uso de los reflejos dinámicos, aún sin el Ray Tracing activado, y un modelado de los escenarios brillante. Tanto los efectos atmosféricos como su impacto en el juego crea unas estampas de una belleza apabullante.
Aquí se acaba lo bueno. Como habéis podido comprobar, este es un juego de luces y sombras, demasiadas diría yo. Los modelados de los personajes, en especial el de nuestra protagonista, rinden a unos niveles inferiores. Esto se hace patente en los interludios de la aventura, con unas cinemáticas en tercera persona muy pobres, tanto en desempeño como en calidad. De aquí que parezca de otra generación. Además, las opciones gráficas son bastante limitadas y no se salen de la tónica general de muchos títulos porteados de consolas a PC cuando su predecesor indicaba todo lo contrario.
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